Periódico Reforma
1 Ene. 11
Mientras creamos que simplemente es un mal necesario que los criminales se maten unos a otros, la violencia va a ir contaminando cada vez más nuestras relaciones sociales
El 2010 fue un año marcado por la violencia. Aunque el dato oficial aún no está disponible, los expertos pronostican que la tasa de homicidios de 2010 va a ser superior a la de 2008 y 2009, que es cuando ésta comenzó a aumentar en forma atípica y alarmante. Demasiada sangre, demasiado miedo, demasiado dolor. ¿Cómo frenar esta espiral de violencia? Las respuestas a esta interrogante, me parece, deben estar en el centro de agenda pública para el 2011.
Según el espléndido reporte denominado Índice de inseguridad ciudadana y violencia, elaborado por la organización civil México Evalúa, en 2009, por primera vez desde 1998, se rebasó la cantidad de 15 mil homicidios en el país. La tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes fue de 14.4 en 2009, en contraste con la tasa de 10 que existió en 2007. Es cierto que, como destaca México Evalúa, existen países en la región con tasas muy superiores: Honduras 60.9, Venezuela 52, Colombia 38, Brasil 22, entre otros. Sin embargo, durante el 2009 la tasa de homicidios en algunas regiones del país fue tan o más alta como la de esos países: Chihuahua tuvo una tasa de 74.4, Durango de 60 y Sinaloa de 47.2, por citar algunos. Como mencioné, los datos oficiales del 2010 aún no están disponibles. Sin embargo, todo indica que los homicidios continúan a la alza.
Así, después de cuatro años de "guerra" contra el crimen organizado, el valor de la vida en México se ha depreciado en dos sentidos: 1) la probabilidad de perder la vida va en aumento y en algunas regiones del país esa probabilidad es tan alta como la de los países más violentos de la región y 2) existen vidas que valen menos que otras y muertes que inclusive se consideran como indicador de éxito. Mientras creamos que simplemente es un mal necesario que "ellos" (los criminales) se maten unos a otros, la violencia va a ir contaminando cada vez más nuestras relaciones sociales.
Celebrar o tolerar que se maten unos a otros es borrar la diferencia entre el Estado y los criminales. Lo dijo con claridad Antanas Mockus, el ex alcalde de Bogotá, cuando, en su visita a México, 11 de septiembre, dio una entrevista a CNN. "Las autoridades también estamos para proteger la vida de los criminales. El Estado es diferente al crimen organizado porque no mata a criminales. Evidentemente, si soy un policía y un criminal va a matar a un ciudadano, pues voy a disparar primero. Al poseer la facultad constitucional de proteger vidas, el Estado puede usar la fuerza y la puede usar letalmente. Fuera de esa situación, el Estado no tiene que matar ni debe permitir que los individuos se maten entre sí". Cabe destacar que durante el gobierno de Mockus la tasa de homicidios en Bogotá pasó de 80 a 18 por cada 100 mil habitantes.
Es difícil saber exactamente cuáles fueron los factores que explican la reducción de la violencia en Bogotá. Lo cierto es que hay un factor clave o elemental para que ello haya sucedido: tener por objetivo diseñar políticas con ese fin. Hasta el 2010, las políticas de seguridad del gobierno federal no han sido pensadas para reducir la violencia sino para debilitar a las organizaciones criminales. Urge que ello deje de ser así. La estrategia contra el crimen del 2011 debería centrarse más en la contención de la violencia y menos en el tráfico de droga. ¿Estará el gobierno federal preparado y dispuesto de dar ese cambio de timón?
Espero que el 2011 no sea un año marcado por la violencia sino por el cambio de rumbo en la estrategia de seguridad. Diego Fernández de Cevallos lo expresó claramente en sus primeras declaraciones después de ser liberado: "sólo podremos tener paz y tranquilidad (...) cuando todas las vidas humanas nos valgan lo mismo y se respeten igual (...) Ese día México será grande". Ése es mi deseo para el 2011.
El 2010 fue un año marcado por la violencia. Aunque el dato oficial aún no está disponible, los expertos pronostican que la tasa de homicidios de 2010 va a ser superior a la de 2008 y 2009, que es cuando ésta comenzó a aumentar en forma atípica y alarmante. Demasiada sangre, demasiado miedo, demasiado dolor. ¿Cómo frenar esta espiral de violencia? Las respuestas a esta interrogante, me parece, deben estar en el centro de agenda pública para el 2011.
Según el espléndido reporte denominado Índice de inseguridad ciudadana y violencia, elaborado por la organización civil México Evalúa, en 2009, por primera vez desde 1998, se rebasó la cantidad de 15 mil homicidios en el país. La tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes fue de 14.4 en 2009, en contraste con la tasa de 10 que existió en 2007. Es cierto que, como destaca México Evalúa, existen países en la región con tasas muy superiores: Honduras 60.9, Venezuela 52, Colombia 38, Brasil 22, entre otros. Sin embargo, durante el 2009 la tasa de homicidios en algunas regiones del país fue tan o más alta como la de esos países: Chihuahua tuvo una tasa de 74.4, Durango de 60 y Sinaloa de 47.2, por citar algunos. Como mencioné, los datos oficiales del 2010 aún no están disponibles. Sin embargo, todo indica que los homicidios continúan a la alza.
Así, después de cuatro años de "guerra" contra el crimen organizado, el valor de la vida en México se ha depreciado en dos sentidos: 1) la probabilidad de perder la vida va en aumento y en algunas regiones del país esa probabilidad es tan alta como la de los países más violentos de la región y 2) existen vidas que valen menos que otras y muertes que inclusive se consideran como indicador de éxito. Mientras creamos que simplemente es un mal necesario que "ellos" (los criminales) se maten unos a otros, la violencia va a ir contaminando cada vez más nuestras relaciones sociales.
Celebrar o tolerar que se maten unos a otros es borrar la diferencia entre el Estado y los criminales. Lo dijo con claridad Antanas Mockus, el ex alcalde de Bogotá, cuando, en su visita a México, 11 de septiembre, dio una entrevista a CNN. "Las autoridades también estamos para proteger la vida de los criminales. El Estado es diferente al crimen organizado porque no mata a criminales. Evidentemente, si soy un policía y un criminal va a matar a un ciudadano, pues voy a disparar primero. Al poseer la facultad constitucional de proteger vidas, el Estado puede usar la fuerza y la puede usar letalmente. Fuera de esa situación, el Estado no tiene que matar ni debe permitir que los individuos se maten entre sí". Cabe destacar que durante el gobierno de Mockus la tasa de homicidios en Bogotá pasó de 80 a 18 por cada 100 mil habitantes.
Es difícil saber exactamente cuáles fueron los factores que explican la reducción de la violencia en Bogotá. Lo cierto es que hay un factor clave o elemental para que ello haya sucedido: tener por objetivo diseñar políticas con ese fin. Hasta el 2010, las políticas de seguridad del gobierno federal no han sido pensadas para reducir la violencia sino para debilitar a las organizaciones criminales. Urge que ello deje de ser así. La estrategia contra el crimen del 2011 debería centrarse más en la contención de la violencia y menos en el tráfico de droga. ¿Estará el gobierno federal preparado y dispuesto de dar ese cambio de timón?
Espero que el 2011 no sea un año marcado por la violencia sino por el cambio de rumbo en la estrategia de seguridad. Diego Fernández de Cevallos lo expresó claramente en sus primeras declaraciones después de ser liberado: "sólo podremos tener paz y tranquilidad (...) cuando todas las vidas humanas nos valgan lo mismo y se respeten igual (...) Ese día México será grande". Ése es mi deseo para el 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario