Lo que está en juego en el tema de la seguridad no son solamente cifras de un parte de guerra, sino vidas humanas rotas o marcadas para siempre.
En la más reciente sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública se escucharon palabras distintas. Con la reunión de Chapultepec todavía resonando en la opinión pública, el Ejecutivo federal incorporó elementos discursivos que no se le habían escuchado con anterioridad. Fijó su atención en las víctimas y su dolor. Así, sustentándose en demandas legítimas de las muchas voces de mexicanos que ha escuchado desde que decidió abrirse a dialogar con ellos, encomió a los gobernadores de los 31 estados presentes a abrir también los canales de su sensibilidad. Lo que está en juego en el tema de la seguridad no son solamente cifras de un parte de guerra, sino vidas humanas rotas o marcadas para siempre, también el desasosiego de miles de vivir en comunidades inseguras exponiendo la vida, el patrimonio y la tranquilidad, les expresó.
Por estos nuevos tonos y palabras, el Consejo Nacional de Seguridad fue diferente. Difícil saber si inaugura una nueva fase en la lucha contra el crimen, si las palabras tendrán un significado en la acción. Lo que parece un hecho es que en la recta final de su mandato, el Presidente desliza la losa de sus espaldas para que también la carguen sus contrapartes en los estados. Y por eso el cambio de énfasis y sus referentes. Habló del obrero al que le roban la quincena, el padre de familia que es despojado violentamente de su patrimonio, en fin, de incidentes cotidianos y frecuentes que las fuerzas federales no están llamadas a combatir. Gran habilidad mostró el Ejecutivo al hablar de la seguridad de las personas y ya no de la abstracción de la seguridad nacional. Ya no recurrió a la imagen del Estado amenazado si no a la del individuo victimizado doble y triplemente: primero por el delincuente, luego por la autoridad y por la falta de justicia. Al bajar de nivel, abre otras rutas a sólo el enfrentamiento sin cuartel. Abre agendas que estaban relegadas. Primero, a la del fortalecimiento institucional. Reconoce que la falta de capacidades y la impunidad reproducen la espiral del crimen y la violencia. Pero también ahora hay rendijas abiertas al tema de la prevención y la necesidad de crear una estructura de oportunidades equilibrada para todos los que habitamos este territorio.
Hace casi un año el presidente Calderón abrió un diálogo con un grupo de ciudadanos. Desconozco la intención original de la iniciativa pero el contexto de creciente descalificación de su actuación, sin duda lo motivó a buscar ese acercamiento con la sociedad. En estos encuentros, el Presidente explicitaba la lógica de sus acciones queriendo convencer de sus decisiones y las razones de su intervención. Varios meses después, al parecer, las brechas se han cerrado: ha sido el Presidente el que se acerca, al menos discursivamente, al sentir de un grupo importante de la sociedad y, sobre todo, de aquellos que han tenido pérdidas y ese hecho les da a su voz una fuerza especial.
No significa que mañana el Presidente tome la iniciativa de replegar al Ejército y fuerzas federales de las zonas de conflicto. No lo puede hacer. Quienes claman por tales acciones no han de conocer el sentimiento de desamparo que se siente cuando no hay fuerzas del orden limpias y en suficiencia para reducir el riesgo de ser victimizado. Sí puede el Presidente, si sus palabras y acciones han de tener congruencia, buscar complementos a la estrategia que le den más efectividad y reduzcan su enorme costo en vidas humanas. Existen experiencias internacionales que demuestran que hay maneras de contener al crimen y la violencia de maneras menos caras a las que hemos tenido en los últimos años.
Debe también predicar con el ejemplo: el jueves pasado en Campo Marte, exhortó a los gobernadores a ser sensibles al sentir de las víctimas y ciudadanos en general y urgió al fortalecimiento de las instituciones de seguridad y justicia a nivel estatal. El ejecutivo federal debe reconocer que los problemas que identifica en las jurisdicciones de sus pares, las tiene en su propio terreno. Difícil exhortar comportamientos en una dirección, si uno no hace lo conducente.
De las muchos acuerdos que Federación y estados suscribieron en el marco del Consejo de Seguridad, me llamó la atención uno en particular. Lo anunció la procuradora: un protocolo de registro de fallecimiento por rivalidad delincuencial. El mensaje de esta medida me pareció muy fuerte e indicativo de un viraje de fondo: todo fallecimiento ameritará un registro y la acción de la justicia. La muerte en el país parece que ya no tendrá permiso (por lo menos es la intención). Tan sólo hace unos meses las autoridades veían en la violencia entre grupos criminales el indicador de que se iba por buen camino. Hoy habrá un esfuerzo por reconocer el rostro de un caído, aunque sea un criminal. Las nuevas palabras del Presidente parece que tendrán un significado en la realidad. Esperemos que así sea.
*Directora de México Evalúa
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