Un espacio para la discusión informada en torno al impacto de las políticas públicas

domingo, 29 de enero de 2012

¿La violencia actual se puede explicar por la competencia electoral?



Los últimos procesos electorales locales y la próxima elección federal han traído al centro del debate la participación activa del crimen organizado en ellos. La escasa evidencia científica con la que se cuenta hasta ahora muestra que el problema no sólo es la participación de criminales en la competencia electoral, sino el aumento de la violencia luego de procesos electorales muy competidos.

Melissa Dell, candidata al doctorado en economía por el Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT, por sus siglas en inglés), analizó el incremento de la violencia en México a partir de 2007. En el documento Trafficking Networks and the Mexican Drug War (mimeo, 2011)” la economista analiza la interacción de los objetivos económicos de los narcotraficantes y la política antidrogas implementada por las autoridades mexicanas federales desde 2007.

El documento está dividido en tres partes. En la primera analiza los determinantes electorales del aumento de la violencia. El segundo muestra el efecto que tiene el cambio de rutas de los narcotraficantes. La última parte analiza relación de los determinantes políticos y el cambio de rutas con respecto a los recursos dedicados al combate al crimen organizado.

La primera parte del estudio está basada en un modelo de regresión discontinua en donde se comparan elecciones municipales donde el Partido Acción Nacional (PAN) ganó o perdió por un margen menor al 5 porciento. Dell encuentra que luego de un proceso electoral municipal muy cerrado entre un candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del PAN, la violencia incrementa sustantivamente cuando gana el panista. Caso contrario, al ganar un presidente municipal del PRI, no se registra un aumento importante de la violencia en el periodo posterior a la elección. La medida de violencia está basada en el número de muertes violentas ocurridas en el municipio. En sus palabras, en los municipios donde se elige a un presidente municipal del PAN la violencia que sigue a la elección “incluye individuos envueltos en el tráfico de drogas y que se enfrentan entre ellos. La evidencia empírica sugiere que la violencia refleja los intentos de bandas rivales para hacerse del control de los territorios una vez que los nuevos alcaldes del PAN desafían a las bandas que controlaban el territorio”.

En la segunda parte del documento, Dell desarrolla un modelo para predecir el desvío de rutas para el tráfico de drogas ante triunfos municipales del PAN. Según sus resultados cuando el tráfico de drogas se desvía a otros municipios como resultado del cambio de alcaldes, la violencia en los municipios a los que se desvía el tráfico de drogas aumenta en forma significativa. Como corroboración de estos resultados encuentra que la participación laboral femenina y los salarios del sector informal en estos municipios disminuyen. Finalmente, el estudio utiliza el modelo de tráfico de drogas y los efectos indirectos estimados para examinar la asignación de los recursos destinados al combate a la criminalidad. Sus resultados muestran cómo los objetivos de los narcotraficantes y limitaciones económicas impuestas por las rutas de la red afectan “los resultados de la política contra las drogas en México”.

La investigación de Melissa Dell se ha convertido en una nueva referencia para analizar el fenómeno de la violencia que se ha incrementado en México durante los últimos años. Sin embargo, existen varias interrogantes que están fuera del alcance de los datos analizados por ella. Por ejemplo, la clasificación de asesinatos atribuidos al crimen organizado utilizada por las autoridades mexicanas. Para ello se utiliza la información recabada por los ministerios públicos y la información contenida en las actas de defunción. Esta clasificación tiene problemas de medición que pueden tener otras implicaciones en los resultados. Por ejemplo, la aparición de un cadáver con una cartulina se clasifica inmediatamente como muerte violenta relacionada con el crimen organizado sin que exista una investigación del ministerio público que lo verifique. En consecuencia, es válido preguntarse si la mayor competencia electoral podría estar desatando violencia general clasificada como parte del crimen organizado sin que exista certeza acerca de ello.

En suma, “Trafficking Networks and the Mexican Drug Wares el documento académico que mejor ha desarrollado un argumento teórico y una estrategia econométrica innovadora para analizar el incremento de la violencia en México. Los errores de medición de los datos debido a ausencia de investigaciones por parte de los ministerios públicos no invalidan estos resultados. Sin embargo, estos problemas abren nuevas interrogantes sobre la evolución que tendrá el fenómeno. Por ejemplo, ¿cuál es el efecto de esta violencia en la participación política? ¿Podríamos esperar una gran desmovilización electoral en los próximos años? De ser así, ¿a quién beneficia esta desmovilización? Estas y otras preguntas sin duda requieren mucho mayor análisis y reflexión.

lunes, 2 de enero de 2012

Nuestro estado de ánimo

Los mexicanos, lo reconozcamos o no, transitamos por un duelo, porque es difícil estar expuestos a tanta violencia y desazón sin vernos afectados en nuestro interior. Por ello nuestras expectativas están a la baja y, como dice Villoro, nuestra crisis es real.

Edna Jaime*
Excelsior

Escribía Juan Villoro en su cuenta de Twitter que “nada se ha devaluado tanto como las expectativas… Cuando no puedes creer en lo intangible, la crisis en verdad es real”. Este estado de ánimo alicaído, pienso yo, es el rasgo emocional con el que cierra 2011 y si las cosas siguen igual, quizá también sea el signo del cierre de la administración del presidente Calderón.

Los mexicanos, lo reconozcamos o no, transitamos por un duelo, porque es difícil estar expuestos a tanta violencia y desazón sin vernos afectados en nuestro interior. Por ello nuestras expectativas están a la baja y, como dice Villoro, nuestra crisis es real. Bien haría esta administración si en lo que resta de su mandato, contribuye a modificar nuestro estado de ánimo. Y no me refiero a un Presidente activo en arengas y discursos inflamados de retórica, sino a un Presidente responsable que le restituya sus contenidos al oficio de la política. Para eso deben servir los últimos 11 meses de su administración: para que, con sus actos, los mexicanos elevemos nuestras expectativas de la política y restituyamos nuestra fe en lo intangible y también en el mañana.

¿Por dónde comenzar? Por aquellos espacios con más contenidos simbólicos. Acciones contundentes del gobierno federal para esclarecer muertes y hacer justicia. Hay millares en la lista pero se podría comenzar esclareciendo los más significativos: la muerte de Nepomuceno Moreno y Trino de la Cruz, dos integrantes del Movimiento por la Paz cuyo activismo les costó la vida. Tenemos evidencia de que en estos cinco años el gobierno federal ha creado las capacidades suficientes para resolver satisfactoriamente estos casos. Si no fuera así, habremos perdido el tiempo y cuantiosos recursos en proyectos fastuosos que se convirtieron en simples elefantes blancos porque no trajeron beneficio alguno para las víctimas y los ciudadanos.

El Presidente tiene que mostrar mucha más generosidad con la víctimas de la violencia. Transitar de una actitud de “graciosa concesión” a políticas públicas que resarzan daños, generen oportunidades y permitan a las “víctimas invisibles” de la violencia tener al menos la oportunidad de acceder a la justicia. Aunque existen avances en esta dirección, no se percibe una convicción genuina por establecer las condiciones más básicas para mejorar el sistema de justicia en el país. Ciertamente al Presidente de la República no se le puede hacer responsable de todo, porque no lo es. Pero su liderazgo todavía es importante para avanzar en los temas más apremiantes de la agenda de justicia en el país. La reforma penal ha avanzado con tumbos, sin la dirección y el liderazgo que necesitaba por parte del jefe del Ejecutivo. Sería un buen legado dejarla bien encauzada. Que el Presidente hablara de sus méritos y de la importancia de no dejarla caer. Si bien las omisiones de los últimos años no se pueden resarcir de último momento, algo se podría ganar si en estos meses el Presidente se convierte en un promotor de sus méritos. Convencernos de que a todos nos conviene.

No está de más mencionar que en el proceso que se avecina, el Presidente debe actuar como un jefe de Estado y no de partido. Y esto aplica para el proceso interno de su propio partido. Él siempre se ha presentando como un demócrata y qué mejor oportunidad que ésta para demostrarlo. Es público que el Presidente tiene favorito; es imprescindible que su preferencia no se convierta en imposición. Que buen mensaje estaría enviándonos si dentro de las filas de su partido permite una competencia pareja, sin sesgos ni privilegios. Este es un buen atajo para recobrar la confianza perdida.

Y en lo que sigue para el país, la altura de miras del Presidente será crucial. Asegurar condiciones para una competencia equitativa y para una transmisión del poder profesional y limpia que asegure continuidad en aquellos temas en donde hemos avanzado bien. Sería penoso para el país atestiguar un proceso impregnado por un sentimiento de revancha y encono.

Quedan pocos meses para que la actual administración entregue la estafeta. Son suficientes sin embargo para generar un estado de ánimo menos apagado. El Presidente puede iniciar un proceso de reconciliación nacional reconociendo a las víctimas y haciendo lo posible por hacerles justicia. Pero también podemos ser testigos de un proceso electoral y transmisión del poder ejemplar. El que todo suceda a pedir de boca no depende exclusivamente del Presidente, pero a él me remito porque sé que tiene la inteligencia y la sensibilidad para conducir este último tramo de su mandato con sensatez y con un sentido de responsabilidad que todos necesitamos. Ojalá que así sea.

*Directora de México Evalúa

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