México está atravesando por una transición una
epidemiológica muy importante. Esto significa que las enfermedades
prevalecientes en nuestro país han pasado de ser primordialmente infecciosas a crónico-degenerativas,
las cuales tienen tratamientos mucho más caros y prolongados que las primeras.
Una de estas enfermedades es el cáncer de mama.
Felicia Marie Knaul, Gustavo Nigenda, Rafael Lozano,
Hector Arreola-Ornelas, AnaLanger, Julio Frenk analizan las perspectivas de
esta enfermedad para nuestro país en el artículo “Breast
Cancer in Mexico: A Pressing Priority” (Reproductive Health Matters,
Vol. 16, No. 32, (Nov., 2008), pp.113-123). De acuerdo a ellos, el cáncer de
mama es una grave amenaza para la salud de las mujeres mundialmente y una
prioridad no reconocida en países de ingresos medios como México.
En México el cáncer de mama es ahora uno de los
desafíos más importantes para la salud de las mujeres adultas. La realidad de
esta enfermedad es desconocida y abundan las concepciones erróneas sobre ella. Por
ejemplo, se sigue pensando que el cáncer cervico-uterino es una amenaza mucho
mayor para la salud y la vida de las mujeres pobres. Asimismo, se cree que el
cáncer de mama tiene mayor prevalencia entre las mujeres de mayor nivel
socioeconómico. Por el contrario, las tasas de cáncer de mama y de cuello
uterino son el doble para las mujeres de menores ingresos. El cáncer de mama es
ahora responsable de un mayor número de muertes en México que el cáncer
cervical en general, y afecta a mujeres adultas de todas las edades y niveles
de ingresos. Ahora es la segunda causa de muerte entre las mujeres mexicanas
adultas de entre 30 a 54. Según la datos
mostrados en el documento los cifras de casos están subreportados. Aún así, en
1990 se reportaron 6,000 casos nuevos y se espera que este número aumente a
16,500 dentro de 8 años, en 2020. La mayoría de los casos son autodetectados y
solo el 10% de todos se hace en la primera etapa, lo que reduce sustantivamente
la expectativa de vida de quienes sufren la enfermedad.
Para hacer frente a este aumento de la enfermedad,
el gobierno mexicano ha tomado varias medidas. En primer lugar, a partir de
2003 la Secretaría de Salud extendió y amplió las disposiciones oficiales de
salud y de la legislación relativa a la administración de esta enfermedad mediante cambios en la Norma Oficial Mexicana. Con ello se establecieron criterios
más rigurosos para la prevención, diagnóstico, tratamiento, control y
vigilancia de la enfermedad tanto en servicios públicos como privados. En el
caso de la prevención, la política pública se ha enfocado en el auto-examen, el
examen clínico y la mamografía. En el papel, todas las mujeres mayores de 26 años que
visitan una clínica de salud deberían someterse a un examen clínico por
personal capacitado para detectar la presencia de esta enfermedad. De igual
forma, las normas de salud vigentes establecen que las mamografías se administren
cada dos años para para las mujeres de 40 a 49 con factores de riesgo
específicos y anualmente para todas las mujeres mayores de 50 años. Esto no
significa que los servicios se presten en forma efectiva a toda esta población
y de hecho es muy reducida.
Hasta antes de la creación del Sistema de Protección
Social en Salud en 2004, sólo la población cubierta por alguno de los
institutos de seguridad social (IMSS, ISSSTE) recibía un tratamiento –aunque
deficiente- para el tratamiento de los casos detectados. La población no
cubierta debía utilizar sus propios recursos para sufragar los gastos de los
tratamientos generalmente en etapas ya muy tardías. Esto significa que el
sistema de salud aumentaba la regresividad, pues la prevalencia más alta se da
entre la población más pobre. Es por ello que el Seguro de Gastos
Catastróficos, parte de la cobertura del Seguro Popular, incluyó el tratamiento
del cáncer de mama, lo que incluye una amplia gama de servicios y
medicamentos. Es decir, teóricamente cualquier mexicana que presente esta
enfermedad se encuentra cubierta para recibir el tratamiento necesario,
independientemente de su nivel de ingresos o su situación laboral. Sin embargo,
como es reconocido por los mismos autores, existen importantes barreras de
demanda y oferta de tratamientos de la enfermedad, lo que significa que
cobertura efectiva sea baja.
En tanto la cobertura de salud efectiva no aumente,
es indispensable llevar a cabo acciones que reduzcan la prevalencia de esta
enfermedad. La mejor alternativa, tal como sugieren los autores, es enfocar la
atención en la la detección temprana. Hoy
en día sólo entre el 5 y el 10% de casos se detectan en las primeras etapas de
la enfermedad en comparación con el 50% en los Estados Unidos, el haciendo el
tratamiento más difícil, costoso e incierto para las mujeres, sus familias y el
sistema de salud.
Una alternativa viable sería implementar un sistema
de recordatorios a la población femenina mediante sus hijos. Es decir, recordar
a las madres de los niños y jóvenes en edad escolar sobre la importancia de
realizarse una revisión. El efecto psicológico de recibir un recordatorio por
parte de los hijos sería un estímulo mucho más efectivo que las típicas
campañas por medios electrónicos.
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