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domingo, 4 de marzo de 2012

El costo de la no-prohibición de armas, ¿y si jugamos con sus reglas?


Uno de los argumentos utilizados por el gobierno mexicano para explicar el aumento del nivel de criminalidad en nuestro país ha sido la eliminación de la Prohibición de Federal de Armas de Asalto (FAWB, por siglas en inglés) la cual impedía la venta de armas de asalto en estados fronterizos con México. Sin embargo, las autoridades mexicanas han presentado evidencia muy pobre y no conclusiva a este respecto.

El gobierno mexicano no ha logrado poner la eliminación de la FAWB en el centro del debate norteamericano. Lo más destacado ha sido el discurso pronunciado por Presidente Felipe Calderón ante el Congreso de Estados Unidos en mayo de 2010 para pedir que se restituyera la prohibición y el anuncio espectacular construido con pedazos de armas y puesto en la frontera de Chihuahua y Texas el mes pasado. Es decir, nuestro ejecutivo ha tratado el tema como si fuera parte de la agenda doméstica, en donde gran parte de la relación con el poder legislativo se lleva por medio de anuncios, escándalos y quejas. La respuesta mexicana refleja una falta de argumentos y de estrategia –como gran parte de la lucha contra la delincuencia- para hacer frente a este cambio de política en Estados Unidos.

La FAWB se promulgó al inicio del TLCAN en 1994 y tuvo una vigencia de 10 años. La prohibición incluía la venta todo tipo de armas de fuego de tipo militar en estados fronterizos con México. En 2004 expiró sin que el congreso norteamericano la renovara, lo que coincide con el aumento de la violencia en la frontera.

Un documento donde se analiza cuidadosamente el efecto causal del cambio legal es “Cross-Border Spillover: U.S. Gun Laws and Violence in Mexicocuyos autores son Arindrajit Dube, Oeindrila Dube y Omar García-Ponce. Según su evidencia, desde 2004 la gran mayoría de las armas usadas en crímenes mexicanos fueron vendidas en estados fronterizos. El hecho de que la prohibición se implementó varios años antes del aumento de la violencia asegura que el cambio de política no respondió a los niveles de violencia en México. Los autores aprovechan el hecho de que California mantuvo uno de los regímenes de control más estrictos de armas en el país durante el mismo periodo para mostrar comparativos en varios estados. Es decir, comparan los niveles de violencia en los principales puertos de entrada a México de Arizona y Texas respecto de la prohibición mantenida en las zonas limítrofes de California.

La evidencia presentada es única en cuanto a identificar el efecto de una externalidad transfronteriza como lo es la venta de armas fuego sobre los niveles de violencia. De acuerdo con las estimaciones, a partir de 2004 hubo un aumento significativo de los homicidios con armas de fuego y en los municipios colindantes con Arizona y Texas en comparación con los municipios colindantes con California. Estos incrementos se produjeron casi inmediatamente después de la expiración de la prohibición, y parecen persistir. Dicho aumento equivale al 40%, lo que traducido en número de asesinatos, equivale a 158 muertes anuales adicionales. Las siguientes gráficas extraídas del texto muestran estos aumentos.


Los resultados de Dube et.al. son robustos incluso al controlar por variables que describen el tráfico específico de drogas, las condiciones económicas locales, y las características de las instituciones policiacas en ambos lados de la frontera. Es importante enfatizar que el análisis excluye específicamente el período posterior a 2006, cuando el gobierno de Felipe Calderón envió al ejército mexicano a varios municipios como respuesta al aumento de la criminalidad en la zona. La diferencia temporal permite aislar el efecto del cambio de la ley de armas de la respuesta del gobierno mexicano al aumento de la violencia fronteriza.

Este documento y otros similares deberían ser utilizados para mostrar evidencia científica sobre el efecto que han tenido los cambios legales en Estados Unidos sobre la seguridad interna de México. Las estimaciones en adición a los costos asociados al incremento de la delincuencia podrían ser la base de una campaña informativa enfocada hacia los tomadores de decisión e Estados Unidos, incluyendo centros de investigación –particularmente los localizados en  Washington DC-, medios, universidades y los propios miembros del Congreso. Incluso, debería ser utilizada como parte de una discusión informada con las autoridades que visitan nuestro país (Napolitano hace unos días y Biden esta misma semana). Los datos pueden ser utilizados como base de acciones legales para exigir el resarcimiento de los daños y lograr volver a implementar la prohibición. Es decir, una estrategia que sea acorde con las reglas del juego de nuestros vecinos y no a las reglas de la política mexicana. 

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