El costo de nuestro desastre educativo es creciente.
La mala calidad educativa tiene un efecto multianual en le economía del país:
cada niño que deja de aprender hoy representa una mente menos capacitada para generar valor en el futuro en el futuro y reduce las opciones ocupacionales de aquellos que se
vayan incorporando a la fuerza laboral. Lo mostrado en el documental “De
Panzazo” sin duda llama a la reflexión, pero abre el debate a acciones
concretas que se deben emprender para mejorar la calidad de la producción del
capital humano en México. No es un tema de buenas intenciones, de culpas
compartidas o que “cada quien haga lo suyo”. Nuestros impuestos y la renta
petrolera deben ser utilizados para producir educación de calidad. Ello
requiere un cambio educativo basado en políticas públicas bien diseñadas y bien
implementadas. No más, pero no menos.
El gran crecimiento demográfico del país de los
1960s y 1970s obligó a incrementar la planta docente en ocasiones en forma
exponencial. La siguiente gráfica 1 muestra este crecimiento. El objetivo
primordial de los gobiernos en turno fue aumentar la matrícula educativa para
logar la cobertura universal de educación primaria. Como es de esperarse,
muchos de quienes fueron contratados como maestros no están capacitados para
lograr que los estudiantes puedan mejorar su capacidad analítica o aumentar
su comprensión de conceptos básicos. De acuerdo con las Estadísticas Históricas de
México publicadas por el INEGI,
durante la gestión de Carlos Jonguitud Barrios (1974-1989) y Elba Esther
Gordillo (1989-hoy) el total de maestros en pre-primaria, primaria y secundaria
pasó de 0.35 a 1.2 millones. Esto significa que el tamaño de planta se
triplicara, aunque la calidad no lo hiciese en el mismo sentido.
Gráfica 1. Total de Maestros por nivel Educativo
Gráfica 2. Distribución Porcentual de Maestros por Nivel Educativo
Una medida elemental para mejorar el sistema sería
empezar por conocer exactamente cuántos maestros existen realmente en el país y lograr asistencia escolar y de los profesores a sus clases. Hasta hoy, quienes tienen una "plaza" cobran una "renta" mensual sin rendirle cuentas a nadie. Su objetivo de ingresos para el mes es cumplido independientemente de su asistencia o desempeño, por lo que los incentivos a la mediocridad están perfectamente alineados: los maestros cobran y los niños son "guardados" por algunas horas en las escuelas sin que ello represente mejor aprendizaje.
La evidencia de incentivos para la asistencia
escolar presentada por Esther
Duflo, profesora de economía del Instituto
Tecnológico de Massachusetts (MIT), en este sentido es de gran. En el
documento “Incentives Work:
Getting Teachers to Come to School” publicado en el American Economic Review, Duflo, Rema Hanna y Stephen P. Ryan muestran los
resultados de experimento y un modelo estructural para probar si los incentivos
financieros y de monitoreo reducen el el ausentismo de los maestros y aumentan
el aprendizaje de los niños en la India. El tratamiento del experimento
consiste en monitorear la asistencia diaria de los docentes por medio de
cámaras, cambiando el esquema de pago como función no lineal de dicha
asistencia. De acuerdo con sus resultados, el ausentismo de los maestros se
redujo en 21 puntos porcentuales en relación con el grupo control, y las
puntuaciones de las pruebas de los niños aumentó en un 0,17 desviaciones
estándar. Para explicar este cambio, los autores muestran un modelo estructural
dinámico de oferta de trabajo donde se los profesores responden a los
incentivos financieros.
Aunque los autores encuentran que los maestros son
sensibles a los incentivos financieros, no encuentran evidencia de ganancias
crecientes. Esto significa que lo más importante para aumentar el desempeño
educativo es logar que los profesores asistan a la escuela. Luego de dos años y
medio en el programa, los niños de las escuelas de tratamiento fueron también
10 puntos porcentuales (o 62 por ciento) más propensos a ingresar a las
escuelas primarias oficiales, que requiere pasar una prueba de competencia.
Resolver el problema de ausentismo de los maestros y
alumnos es el inicio para mejorar la calidad educativa. Ello representa un gran
desafío político y administrativo. Los maestros son una fuerza política
poderosa, capaz de resistir intento de imponer estándares de calidad. Sin
embargo, lo que está en juego es el presente y futuro de las nuevas
generaciones. Vale la pena el esfuerzo. La tecnología disponible puede facilitarlo
enormemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario