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martes, 15 de marzo de 2011

El pasado se come nuestro futuro

En las raíces del problema de seguridad que enfrentamos, están esos muchos años de estancamiento o atonía en los que las oportunidades se estrecharon en lugar de magnificarse.Años desperdiciados para abatir la desigualdad social y crear un futuro prometedor.

Edna Jaime
Excelsior

Una pregunta reiterada para quienes observamos el entorno en el que se desenvuelve el país es por qué otros países “la hacen” y nosotros no. Países en variadas latitudes y con diversas formas de organización política, encontraron la coyuntura, el arreglo, el líder, la estrategia que les ha permitido echar andar a sus naciones en una ruta de crecimiento económico sostenido. El crecimiento si es elevado, si es constante, si se presenta por periodos largos de tiempo, tiene un poder transformador brutal. Lo tuvo en México en la época del desarrollo estabilizador. Pero así como el crecimiento económico transforma para bien, su ausencia tiene consecuencias muy destructivas.

En las raíces del problema de seguridad que enfrentamos, están esos muchos años de estancamiento o atonía en los que las oportunidades se estrecharon en lugar de magnificarse. Años desperdiciados para abatir la desigualdad social, para generar los activos físicos y humanos que sustentaran nuestro crecimiento, para innovar, en fin, para crear un futuro prometedor. Vale la pena que nos imaginemos dónde estaría la nación si esa promesa recurrente de crecimiento sostenido, el mágico número del 7%, se hubiera registrado de una manera constante. No tengo a la mano las pruebas que lo sustenten, pero bien puedo sugerir que los niños y jóvenes sicarios estarían en la secundaria o en la preparatoria y no matando en las calles. Es hora de que asumamos que la falta de crecimiento tiene consecuencias.

¿Cuál es nuestro problema? Simplemente ofrezco una intuición y en ella veo que nos hemos rendido frente al pasado. Nos arrodillamos frente a ese monumento y le rendimos tributo. A mi parecer, eso han hecho los gobiernos panistas desde que tomaron el poder y es lo que atestiguamos cotidianamente. Nuestro rostro actual es tan parecido al del pasado, que es difícil creer que llevemos diez años de administraciones no priistas en el poder. Puesto en otros términos, si el próximo presidente fuese de extracción tricolor, encontraría a los viejos aliados tan vigentes como siempre y al entorno muy parecido al de su viejo reinado. El problema es que justamente esa estructura de intereses y de relaciones políticas llevaron al país a la quiebra. Hoy lo siguen deteniendo.

Evidencia de lo anterior la encontramos en el campo mexicano y los cuantiosísimos recursos que se la asignan para alimentar los monstruos corporativos ahí asentados. Esos recursos no alivian la pobreza rural, tampoco impulsan de manera significativa su productividad. Usos alternativos a esos recursos podrían estar generando condiciones de crecimiento o cerrando brechas de desigualdad en muchos lugares necesitados del país. Quizá generando una estructura de oportunidades que compitiera con las que ofrece el crimen en la actualidad.

El caso educativo es más conocido y también más denunciado. No por ello las cosas mejoran. Año tras año destinamos más recursos al sector con mejoras casi imperceptibles en el pobrísimo desempeño de niños y jóvenes en las escuelas públicas (y también muchas privadas). Comprometer el futuro de nuestros jóvenes de esa manera resulta un pecado mortal. La educación es fuente de movilidad social, de igualdad de oportunidades, de libertad y bienestar, también es un activo para el crecimiento. Todo ello lo estamos sacrificando en aras de arreglo cómodo con un sindicato que es, a la vez, una máquina movilizadora de votos y una fuente de chantaje infinito. El precio que pagamos y, sobre todo, pagaremos, por esta complicidad es enorme. El sindicato y planta magisterial, mientras tanto, devora recursos con un apetito insaciable. Cuántos son, quiénes son, cuál es su perfil, cuánto perciben, por qué razón, son todas preguntas de las que es inaudito no tener respuesta en este siglo XXI, pletórico de herramientas tecnológicas que nos permitirían tener acceso a información por demás minuciosa.

El sector salud es uno más en el que los recursos asignados crecen como la espuma. No así mejora la salud de los mexicanos, ni la calidad de lo servicios médicos que se le ofrecen. Las tragedias humanas que se conocen por la falta de lo básico en hospitales, por la dificultad de acceso o por negligencia médica contrastan con lo elevado del costo administrativo de nuestro sistema. Gastamos en ello un promedio muy superior al que registra el resto de países de la OCDE.

Lidiar con el pasado es nuestro principal problema. Nos han faltado agallas para imaginar un futuro que nos dé la motivación para romper amarras y debilitar lo que hoy nos detiene. La organización corporativa de la sociedad fue crítica para la estabilidad en la era del PRI. Hoy es nuestro principal lastre. ¿Cuánto más dejaremos que nos dañe?

*Directora de México Evalúa

edna.jaime@mexicoevalua.org

www.mexicoevalua.org

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