El secretario García Luna aseveró que tendríamos siete años más de violencia desbordada. En el mismo foro en el que él hizo esta declaración, otros de los exponentes refrendaron el argumento hecho por el gobierno mexicano años atrás: la violencia es un indicador de éxito de la estrategia.
En el país pueden estar pasando cosas muy buenas que no vemos por estar eclipsadas por el problema de la violencia . Difícil articular una agenda, pensar en el futuro, celebrar nuestros aciertos, cuando presenciamos tragedias como las de estos últimos días. Aunque así lo pretendiéramos, no podemos coexistir con la violencia.
El secretario García Luna aseveró esta semana que todavía tendríamos siete años más de violencia desbordada. En el mismo foro en el que él hizo esta declaración, otros de los exponentes refrendaron el argumento hecho por el gobierno mexicano años atrás: la violencia es un indicador de éxito de la estrategia. Este argumento que por primera vez escuchamos allá en el 2008, cuando las cifras de homicidio revertían abruptamente su tendencia descendente, se sigue aportando hoy como prueba de que la estrategia va por buen camino. Infortunadamente los datos que nos arroja la realidad no nos dan para formular un aseveración de tal calado: el homicidio crece, lo mismo el secuestro, la extorsión y el robo de autos con violencia. Juárez sigue viviendo su tragedia y Tamaulipas no deja de presentar estampas dantescas de un infierno aquí en la tierra. Imploro que me digan a qué asirme para poder construir una convicción de que la estrategia está funcionando.
Ciertamente la acción del Estado ha golpeado a los grupos criminales. Por lo menos ha aprehendido a sus principales cabezas, ha forzado su fragmentación, lo que se interpreta como buena noticia, pero también ha desatado un cruento enfrentamiento entre ellos. Pareciera que la apuesta gubernamental es de tiempo: para que los grupos se debiliten entre sí, para paulatinamente ir fortaleciendo las capacidades locales en materia de seguridad. En este modelo, sin embargo, no parece haber una consideración de costos (humanos, económicos, sicológicos), tampoco una consideración de cómo lidiar con el corto plazo. Aun suponiendo que el Secretario de Seguridad tuviera el modelo, las premisas y la evidencia, para que su dicho tuviera sustento, siete años parecieran un larguísimo plazo para quienes sufren (sufrimos) los efectos de la violencia y el crimen.
Pero así como el gobierno se aferra a su estrategia y no muestra disposición, al menos pública, a revisarla, lo opositores a la estrategia plantean cosas extremas y por ello también poco viables en el corto plazo: que se repliegue el Ejército dicen unos, que se legalice la droga o se pacte con los criminales, propugnan otros. Sin quitar mérito a su afán por contribuir a buscar soluciones, estos planteamientos el día de hoy no son viables, y en algunos casos, tampoco deseables.
La estrategia necesita examinarse, ajustarse, es natural. Cuando el gobierno arrancó su embestida contra el crimen, apenas inicio su gobierno, lo hizo con los recursos y el entendimiento de entonces. Hoy, casi en el quinto año de gobierno, su entendimiento debe ser más sofisticado y por tanto, sus intervenciones mejor dirigidas. La respuesta en 2011 fue mera reacción, la de hoy debe ser una solución.
Ciudad Juárez es un libro abierto para el aprendizaje de cómo se plantean políticas fallidas y del costo de persistir en ellas. En Juárez la solución no llegó con más policías federales y soldados, ni con un contingente de funcionarios federales que llevaban los bolsos llenos de recursos pero escaso liderazgo, entendimiento y coordinación. Actores sociales en Juárez, a golpe de sufrimiento, han logrado visualizar acciones concretas que podrían regresarles la paz perdida. Cuando uno los escucha, el sentimiento de impotencia se transforma en uno de posibilidad. Plantean acciones para lograr dos cosas: el rescate social y el rescate territorial de la ciudad. Plantean también intervenciones muy focalizadas, a nivel colonia. Intervenciones multidimensionales dirigidas a romper la cadena de la regeneración de la delincuencia. En Juárez son 24 las que necesitan atención urgente. Claro, todo ello requiere de liderazgo de la autoridad local y el desarrollo acelerado de ciertas capacidades en sus policías y en sus instituciones de justicia penal. Nada que un buen liderazgo con recursos no pueda conseguir.
Se nos ha hecho pensar que regresarle la paz a la ciudad y al país tomará demasiado tiempo, cuando en realidad lo que hemos tenido son acciones con un enfoque equivocado o por lo menos parcial.
No nos condenemos a más años de violencia. Mejor afinemos nuestro entendimiento y nuestras intervenciones, el objetivo debe ser contener y disminuir la violencia y no resignarnos a ella. Apoyémonos más en lo grupos de la sociedad civil local que conocen la problemática. Apresuremos los procesos de fortalecimiento institucional. Focalicemos las intervenciones y aprovechemos al máximo los recursos con que contamos. Y, sobre todo, encontremos la manera de lidiar con el corto plazo. En el largo, quizá no estemos para atestiguar el éxito de la estrategia gubernamental.
*Directora de México Evalúa. Centro de
Análisis de Políticas Públicas, A.C.
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