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domingo, 12 de junio de 2011

Un pacto social

Todavía es muy temprano para saber si la movilización ciudadana que se expresa en las caravanas de paz, o las muchas iniciativas que surgen en la geografía nacional, derivarán en agendas y cambios concretos.

Edna Jaime
Excelsior

La idea de un amplio pacto social ronda en el ambiente. La mera posibilidad es atractiva. En los últimos años los mexicanos nos hemos caracterizado más por nuestras diferencias que por nuestras coincidencias y poder llegar a puntos de acuerdo e ideales compartidos verdaderamente sobrecoge. Intuíamos que para dar un empujón adicional a nuestra evolución política y social requeriríamos de algún evento que nos cimbrara, hoy lo tenemos presente y estamos reaccionando. Todavía es muy temprano para saber si la movilización ciudadana que se expresa en las caravanas de paz que recorrieron el país esta semana, o las muchas iniciativas que surgen en la geografía nacional, derivarán en agendas y cambios concretos. Lo que me parece un hecho notable es que como ciudadanos no somos los mismos a los de aquel viejo México en el que desde arriba se nos organizó y se nos enseñó en qué creer. Vaya enseñanza si después de esta tormenta queda una sociedad más despierta resuelta a pedir cuentas a sus gobernantes.

Lo que se discute hoy en el foro público sobre seguridad son temas sustantivos y profundos que definirán no sólo las capacidades institucionales para hacer frente al crimen sino también los rasgos futuros de nuestra forma de organización política, de nuestra democracia. En el debate actual, hay posturas y conceptos que empiezan a decantar una agenda sustantiva sobre la que empiezan a surgir consensos. El primer tema tiene que ver con la violencia. Son cada vez más nutridos los grupos de ciudadanos que no están dispuestos a tolerarla más, así se les diga que son los malos los que mueren en el fuego cruzado. La violencia en el país está generando fracturas que serán origen de mayor violencia en el futuro. Cuando uno escucha crónicas de comunidades donde hay más huérfanos que niños con padres, queda muy claro que estamos ahondando la anomia social y sentando las condiciones para la reproducción al infinito de la violencia. Cuántas generaciones no cargarán con el odio en las entrañas.

El Estado mexicano tiene la responsabilidad de combatir el crimen pero también está obligado a hacerlo al menor costo social posible. Si como la evidencia apunta, la intervención gubernamental propició la fragmentación de grupos delictivos y ello trajo más violencia y delito violento, es hora de que se haga cargo de tales efectos.

Un segundo tema central en los que hay acuerdos extendidos entre grupos de ciudadanos se refiere al sistema de seguridad y justicia penal. A partir de que la inseguridad empezó a mostrar tendencias preocupantes y que la impunidad del delito se hizo evidente, grupos de estudiosos, académicos y organizaciones promovieron la redacción y aprobación de una reforma que implica cambios profundos en el sistema. Entre el público en general se le conoce como la reforma de los juicios orales, aunque esto sea tan sólo un componente de todo un modelo distinto para procurar e impartir justicia. La reforma está en marcha a pesar de la indiferencia de muchos gobiernos y actores involucrados. La convicción ciudadana es la que la mantiene viva aunque avance a paso lento.

Un tercer y último punto en el que sobresalen las convergencias se refiere al tejido social. Este es un concepto que quizá diga cosas distintas para quien lo use. Yo lo entiendo como oportunidades y bienestar. Hemos generado ya una conciencia de las brechas de oportunidades que distinguen a nuestra sociedad y, particularmente, del descuido de nuestros jóvenes. Fracasamos en generarles oportunidades, en ofrecerles educación y retenerlos en las aulas. En fin, convertimos la oportunidad del bono demográfico en una pesadilla de jóvenes sin futuro.

Todos estos temas que se discuten en el foro público están generando no sólo un entendimiento y una agenda sobre cómo abordar el problema del delito y la violencia, también decanta un modelo de país. Se le ha llamado un pacto social a lo que puede ser una visión compartida sobre los temas básicos que deben estar presentes en la construcción del México actual y del futuro. Ciertamente no es un pacto formal, signado, porque sería falaz y tramposo pretender que personas o grupos de la sociedad mexicana tienen la representatividad del resto de los que somos. Pero definitivamente empiezan a generarse convergencias a las que cada vez se suman más. Pautas que queremos seguir para tener un mejor país.

Por años supusimos que eran los políticos los que debían pactar y llegar a compromisos que alinearan sus conductas tras objetivos deseables. Eso no se dio y quizá no se dará. Somos los ciudadanos los que en medio de una situación dolorosa estamos construyendo una visión del México que queremos. Sin duda persisten diferencias profundas, pero ese piso básico me parece que empieza a tomar forma. Sería un signo indudable del cambio que en el siglo XXI seamos los ciudadanos los que sentemos las directrices de la reconstrucción del Estado, aquel que en su momento lo quiso monopolizar todo.

*Directora de México Evalúa.


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