*Edna Jaime
En el país hemos ido construyendo las bases para forjar un sistema de gobierno que acote los abusos del poder. Es una plataforma de normas, instituciones y procedimientos que no necesariamente es vistosa, que no necesariamente funciona como es debido, pero que sin embargo existe, en algunos casos de forma todavía embrionaria. ¿A qué me refiero?, a los controles anticorrupción que se han venido construyendo en los últimos años, particularmente en las últimas dos administraciones. Cualquier observador de la realidad nacional o cualquier mexicano de a pie que escucha sobre controles anticorrupción, apresuradamente podría concluir que no sirven para nada, que la corrupción está peor que nunca. En realidad no tenemos información dura para soportar o desechar ese argumento. Lo único cierto es que las percepciones no se construyen en un vacío, sino que se alimentan de un contexto. Y los mexicanos no percibimos avances en el combate a ese flagelo.
En un estudio que México Evalúa realiza de la mano y con metodología del Banco Interamericano de Desarrollo y que publicará este último en cuanto el trabajo esté concluido, nos damos a la tarea de evaluar los controles anticorrupción en el país. Se trata de un entramado complejo de instituciones, procedimientos y mecanismos que en principio echa por tierra la idea de que la corrupción puede combatirse con un zar anticorrupción o un heraldo del bien comprometido con la promoción de la honestidad y probidad entre los servidores públicos. A la corrupción se le combate con auditores, sistemas de fiscalización, mecanismos de transparencia y también con la amenaza creíble de que quienes infrinjan la ley y desfalquen las arcas públicas o saquen provecho privado del ejercicio de una función pública será sancionado con todo el peso de la ley.
En México tenemos un sistema anticorrupción todavía verde pero en plena construcción. De acuerdo a lo que hemos podido observar en el estudio que realizamos, contamos con la infraestructura legal y también institucional para desplegar prácticas que eventualmente tengan la capacidad de disuadir, detectar y sancionar actos corruptos. En unas cuantas líneas es difícil describir procesos de suyo complejos, pero dejo a los lectores la imagen de instituciones como la Auditoría Superior de la Federación, que cada día es más vocal y activa en el ejercicio de publicitar los resultados de la revisión de la cuenta pública que realiza año tras año, o el papel del IFAI, el órgano garante de nuestro derecho a la información. Ambas instituciones son pilares de un esquema de control externo a la corrupción. También son parte fundamental de nuestro esquema de rendición de cuentas.
Junto con estas instituciones de control externo existen otras encargadas del control interno: las secretarías de la Función Pública y de Hacienda cuentan con atribuciones para supervisar la gestión de recursos financieros y sus resultados en términos de la provisión de bienes o servicios o la consecución de ciertos objetivos planteados en la política pública. Contamos con un presupuesto basado en resultados, indicadores de desempeño de distintos programas de gasto y la obligación de evaluar los resultados de la política social cuya responsabilidad recae en el Coneval. Existen también nueva normatividad para la compra de insumos y materiales, así como para la contratación de servidores públicos por parte de la Administración Pública Federal. En fin, contamos con una miríada de instrumentos, no todos contemplados en este breve artículo, que de afinarse y vincularse correctamente podrían transformarnos profundamente. Estamos muy lejos del lugar deseado, ciertamente, porque percibimos que la corrupción no amaina. Pero lo cierto es que algunas bases están sentadas.
A los candidatos a la Presidencia no les he escuchado un planteamiento serio en materia de combate a la corrupción. Puede deberse a que en una campaña política hablar de la fontanería institucional es poco atractivo. Pero es precisamente ésta la que podría elevar la calidad de nuestra democracia. Esa falta de definición y contundencia en el tema de corrupción puede también deberse a que no existe convicción suficiente en los políticos como para querer amarrarse las manos de manera unilateral. Un sistema de controles como los que se describen son instrumentos verdaderos y no retóricos de control de poder y del manejo de recursos públicos. Es una lástima que se encuentren todavía en fase incipiente y su diseño, y por tanto efectividad, tenga todavía enormes áreas de oportunidad.
En medio del desencanto con administraciones panistas que no entregaron todo lo que prometieron, deberían rescatarse los avances en este terreno. Hubiera sido deseable llevarlos más lejos y dejarlos blindados para que los embates de siguientes gobiernos, de cualquiera que sea su signo, no puedan dañarlos. Pocas cosas peores podrían sucederle al país que el que se dinamiten las pocas instituciones que sirven de contrapeso al ejercicio del poder. Quizás en los próximos meses escuchemos lamentos por no haber empujado esta agenda con una mayor determinación.
*Directora de México Evalúa
Twitter: @mexevalua
@EdnaJaime
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