Nuestra pertenencia a la OCDE nos ha obligado a ser más serios en cuestión de generación y reporte de información y en algunos ámbitos la producimos con los estándares de primer mundo.
Vivimos una paradoja: por un lado se nos inunda con información de violencia y nota roja; por el otro, no contamos con la información más básica para entender qué diablos está pasando. Entre la sobreexplotación que hacen los medios de la violencia y el crimen y las profundas deficiencias de la estadística oficial, los mexicanos hacemos nuestras propias conjeturas de lo que en realidad ocurre.
Para la mayoría de nosotros el país está en llamas y nos agobia saberlo. Vivimos con el miedo de sabernos vulnerables ante el crimen, aunque las probabilidades de sufrir un incidente grave sean mucho menos elevadas de lo que calculamos. Ese desencuentro entre percepciones y realidades está haciendo que el crimen haga un daño más extendido y profundo que el que objetivamente infringe en las regiones ya identificadas como críticas. Cerrar esas brechas definitivamente implica más cuidado y profesionalismo por parte de los medios sobre la manera en que reportan la actividad criminal y los hechos de violencia —y por eso debemos celebrar el compromiso que recientemente signaron—, pero también y quizá de manera más marcada, de información veraz y oportuna sobre el estado de cosas por parte de la autoridad. En esta cuestión, el gobierno se convirtió en víctima de su propio pecado. En el vacío de información que generó, alguien más ocupó su lugar y de qué manera lo hizo.
La producción de información confiable, oportuna y certera es un indicador de calidad de gobierno. Nada más sencillo para probar lo anterior, que mirar los cuadros de estadísticas mundiales de las agencias internacionales. Invariablemente en ellos nos topamos con un “no disponible” en la celda que corresponde al dato de un país subdesarrollado. Con frecuencia nosotros caemos en esa categoría.
Nuestra pertenencia a la OCDE nos ha obligado a ser más serios en cuestión de generación y reporte de información y en algunos ámbitos (pocos) la producimos con los estándares de primer mundo. No es el caso de la información en materia de seguridad. En este ámbito la estadística tiene todos los inconvenientes imaginables: es inoportuna, de difícil acceso, discontinua y poco veraz. Difícil plantear buena política pública con esa información. También difícil generar conocimiento o entendimiento profundo sobre el estado de las cosas, cuando no existe la materia prima con qué hacerlo.
Un observador externo me comentaba su desconcierto por lo que consideraba un débil interés de la academia mexicana por estos temas. Cuando le describí el galimatías que implica armar una serie de tiempo, validar y conseguir información, resolver inconsistencias en la misma, entendió que no era por falta de curiosidad intelectual o talento esa falta de producción académica, sino por el mal estado de la estadística. Los estudios que han avanzado algún argumento y han iluminado nuestro entendimiento sobre esta problemática, se han construido con base en información hemerográfica o fuentes alternas, luego de meses, quizá años, de ardua labor de recolección de información que corre a cuenta del propio investigador. ¿Cómo exigirles más?
Si la información es una medida de calidad de gobierno, debemos seriamente preocuparnos por el nuestro. La producción de información ciertamente tiene que ver con los sistemas y tecnologías para almacenarla y procesarla, pero mucho más con capacidad de gestión y voluntad para producirla en el entendido de que sirve a la transparencia y a la propia medición de la gestión. De ahí la gran falla de Plataforma México, su énfasis ha estado en los fierros y no en la sustancia.
Plataforma México prometía ser ese gran concentrador y procesador de información que permitiría hacer inteligencia policial de la que estamos tan necesitados, pero también generar estadísticas básicas para situarnos con más justicia en la dimensión del problema de la inseguridad. Ojalá Plataforma México esté rindiendo frutos en la primer arena, porque en la segunda lo seguimos esperando.
El problema de información en México no es de tecnología, esa se consigue y proveedores sobran. El problema de información en general y de Plataforma México en lo particular, es de calidad de gestión, de capacidad de organización, de sistemas de trabajo ordenados y sistemáticos, de capacidades humanas, de coordinación entre distintas instancias gubernamentales, entre muchos otros factores. Como no los tenemos o tenemos muy pocos, la información no existe y Plataforma México no jala, así le sigamos invirtiendo millones de pesos.
Ojalá que el entusiasmo con el que las autoridades dieron la bienvenida al compromiso que los medios adoptaron en materia de comunicación criminal, sirva para que articulen sus propias iniciativas y acuerdos en materia de generación y divulgación de información. Esto es prioritario para no seguir dando palos de ciego y para que no sigamos sintiendo que todo el país está en llamas.
*Directora de México Evalúa